Textos de Formación



"En momentos de crisis profunda es necesario volver a pensarlo todo.."  Mariátegui



Bolivia hoy


Luis Hernández Navarro/ Periódico La Jornada(14 de marzo de 2012)

Gabriela Oviedo es una escultural modelo y conductora de televisión boliviana de 1.82 metros de alto, tez clara y 28 años de edad. Nacida en la provincia de Santa Cruz, fue elegida en 2003 representante de la belleza de su país.
En 2004 Gabriela participó en el concurso Miss Universo. Allí le preguntaron cuál era uno de los conceptos erróneos más grandes que existían en su país. Con un inglés entrecortado respondió:Desafortunadamente, la gente que no conoce mucho sobre Bolivia piensa que todos somos indios. Es La Paz la imagen que refleja eso: gente pobre y gente de baja estatura y gente india… Yo soy del otro lado del país, del este, que no es frío, es muy caliente. Nosotros somos altos, somos gente blanca y sabemos inglés.
La respuesta de Gabriela, cargada de racismo, levantó una profunda ola de indignación en su país que la obligó a retirase del certamen. Dos de cada tres bolivianos son indígenas. Su contestación, sin embargo, no fue una ocurrencia aislada, sino el reflejo de la persistencia de una Bolivia de la blanquitud profundamente antindia. Una Bolivia que pervive hoy día, a pesar de los profundos cambios en curso y de la aprobación de una legislación contra el racismo.

No obstante la fuerza de la segregación racial, el 22 de enero de 2006 asumió la presidencia Evo Morales, indígena aymara y sindicalista cocalero. Desde entonces el Estado y la sociedad bolivianos han vivido una profunda transformación. El país se ha descolonizado. Los indios ocupan posiciones claves en el gabinete de gobierno y en las instituciones políticas, mientras su nivel y calidad de vida mejora notablemente.
En los últimos seis años Bolivia se ha convertido en uno de los países más exitosos de América Latina en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Los indicadores económicos en baja del desempleo y disminución de la pobreza, así como en una mejor atención a la salud pública y en educación, son sobresalientes.
Entre 2005 y 2010 el porcentaje de población en pobreza moderada pasó de 60 a 49.6 por ciento, mientras la pobreza extrema disminuyó de 38 a 25 por ciento. De igual manera, la tasa de desempleo se redujo de 8.4 a 4 por ciento. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que Bolivia es el país que más esfuerzos realiza por transferir recursos a la población vulnerable: 2.5 por ciento del PIB.
Según Andrea Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal),Bolivia es uno de los pocos países que han reducido la desigualdad (…); bajó enormemente la brecha entre los ricos y los pobres.

Una de las herramientas claves para reducir la pobreza ha sido la distribución expansiva del excedente económico entre la población, mediante la entrega de rentas y bonos como el Juancito Pinto y Juana Azurduy, la Renta Dignidad y los incrementos salariales. Estos bonos han permitido aumentar la matriculación escolar, ampliar la cobertura de pensiones públicas para aliviar la pobreza extrema entre los mayores de edad y entregar subsidios a madres no aseguradas para reducir la mortalidad infantil al expandir la atención prenatal y posnatal.
Bolivia ha sido declarada territorio libre de analfabetismo. La redistribución de la renta ha propiciado el crecimiento de 7 por ciento del consumo interno de electricidad, agua potable y gas doméstico entre sectores que antes no tenían acceso a esos servicios.
Durante 2011 su economía creció a 5.3 por ciento, 60 centésimas porcentuales por encima de la media de América Latina. No es un hecho fortuito. La economía se ha expandido de manera sostenida desde 2007, en promedio casi 4.5 por ciento anual.

Estos éxitos económicos y sociales se han conducido en una ruta alterna al neoliberalismo. El gobierno de Evo Morales hizo lo contrario a lo que el Consenso de Wahington recomienda: nacionalizó hidrocarburos, electricidad, telecomunicaciones y minería; renegoció la presencia de la inversión extranjera directa en el país; instrumentó una política fiscal expansiva y cerró las fronteras a la libre importación de productos sensibles. El Estado pasó a controlar 34 por ciento del PIB.

Pese a que el monto de las remesas disminuyó, Estados Unidos revocó las preferencias arancelarias de algunos productos y se produjo una recesión global, la economía boliviana ha tenido un desempeño excepcional. Los ingresos petroleros se triplicaron en relación con 2005. La recaudaciones tributarias se incrementaron. La balanza de pagos registra superávit. Las reservas internacionales han llegado a más de 12 mil millones de dólares. El sistema de créditos y ahorro bancario se ha bolivianizado y la deuda externa disminuido. La apuesta, ahora, es que durante los próximos cinco años Bolivia dé un gran salto industrial para que deje de ser un país que extrae recursos naturales y comience a exportar bienes de valor agregado.

Sin embargo, el horizonte boliviano no consiste en más progreso, sino en la forja de una economía alternativa desde los pueblos y naciones originales. En el centro de su propuesta se encuentra el Suma Qamaña, incorporado a la nueva Constitución, que se traduce como vivir bien, y que significa estar en armonía y equilibrio con los otros y con la naturaleza. Se trata de una propuesta que nace de la comunidad y está basada, no en la lógica de la rentabilidad económica, sino en la producción de satisfactores en consonancia con la naturaleza. Como ha dicho Evo Morales: No creemos en la concepción lineal y acumulativa del progreso y del desarrollo ilimitado a costa del otro y de la naturaleza. Vivir bien es pensar no sólo en términos e ingreso per cápita, sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra Madre Tierra.
Raúl García Linera describe el proceso de transformación que se vive en su país como el intento de cambiarle el motor a un automóvil en marcha. Se trata, sin duda, de una apuesta genuina, audaz y esperanzadora.


México: ¿ante qué estamos?

Guillermo Almeyra

México vive el peor momento de su tormentosa historia. Ha quedado reducido a la exportación de petróleo crudo (para importar refinado) y de mano de obra semiesclava, que abandona a su suerte en el país que la discrimina y superexplota (y de la cual, para colmo, espera remesas que sirvan para remplazar las inversiones que el gobierno no hace). En el narcotráfico o en torno al mismo se ocupan más jóvenes que en todos los institutos de enseñanza. El Estado mexicano, al ejercer una violencia ilegítima y al no tener ni siquiera el monopolio de la violencia, dado el entrelazamiento de muchas autoridades con el delito organizado, se ha degradado al nivel de un semiestado y no tiene ningún tipo de planes para el futuro, de modo que el país está a la deriva en la más grave crisis económica, política y social mundial.

No estamos pues ante un mero proceso electoral sino ante una situación de emergencia nacional, que hace imprescindible y urgente un cambio no sólo político sino también económico y social. Y el hartazgo y el odio que cubren como pesado manto a toda la sociedad demuestran que, a pesar de que los conflictos sociales son relativamente escasos, se está llegando a un límite. Aunque hay grandes diferencias entre los candidatos derechistas del PRI y del PAN y el de Morena, nadie en su sano juicio puede creer que el país puede salvarse con un mero relevo presidencial, y ni siquiera puede estar seguro de que, si ganase Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el establishment le permitiría ser presidente por más que modere su lenguaje y su programa.

Además, no se trata apenas de ganar las elecciones con menos de un tercio del padrón y una enorme abstención. Lo que hay que construir es un cambio real en la relación de fuerzas sociales actual, para que sea posible una amplia movilización de los trabajadores y los ciudadanos en general que imponga el respeto del resultado electoral y dé una base política a AMLO en el caso de que éste se decidiese a realizar el cambio que ahora promete y enfrentase a los factores de poder, a Washington y a la cáfila de corruptos y oportunistas que desde su propio aparato político tratan de condicionarlo.
Para movilizar a las víctimas del desempleo juvenil, de la opresión, del narcotráfico, a quienes se ven obligados a emigrar, a los que cada vez viven peor y con peores perspectivas, no es necesario hablar de elecciones. En cambio hay que proponer, para sostener el ingreso popular y el mercado interno un gran plan de empleo, la prohibición de despidos, un aumento masivo de salarios, jubilaciones y pensiones, la plena satisfacción de los derechos de los indígenas, un plan anticorrupción que comience por la reducción a la mitad de los ingresos de secretarios de gabinete, altos funcionarios y legisladores. Que, como en Bolivia, los jueces sean elegidos por sufragio popular y que, como en Venezuela o Bolivia, exista el derecho a convocar un referéndum para la revocación de las autoridades si no cumplen su mandato popular. Si el derechista presidente francés Nicolás Sarkozy cobra una tasa Tobin a las transacciones financieras y la derechista canciller alemana propone lo mismo para toda Europa, ¿por qué no aplicar esa tasa a la banca local y, además, cobrarle los impuestos que todos pagan? ¿Por qué no controlar el lavado de dinero y a los narcos acabando con el secreto bancario?
La base de la recaudación impositiva, además, no puede ser el IVA y los impuestos indirectos, que pagan los pobres, sino los impuestos progresivos a las ganancias. Hay que ofrecer desmantelar todas las políticas contrarias a los pequeños campesinos y al ambiente y declarar a las zonas rurales en situación de emergencia para tratar de fijar en ellas a los jóvenes que hoy emigran dando precios remunerativos por los cultivos de alimentos para evitar que se cultiven drogas.

Los largos y farragosos programas electorales, sean o no correctos, no organizan ni movilizan. Para ello se necesitan, por el contrario, pocas ideas-fuerza que todos puedan entender y retomar por su cuenta. Si se las difunde mediante volantes y con manifestaciones relámpago en las colonias, dando la palabra a los asistentes, será posible sensibilizar a cientos de miles de personas que el legítimo repudio a los partidos podrían abstenerse favoreciendo al PRI. La decisión de votar por un cambio real, contra el PRIAN, derivará de la organización y de la movilización populares y será no la causa sino la consecuencia de ellas. Lo mismo es válido para la necesaria campaña organizativa que Morena debe emprender entre los emigrantes que viven en las grandes ciudades de Estados Unidos. La organización mutual, política y sindical de esos trabajadores frenará la ofensiva contra ellos de los capitalistas estadounidenses, les ayudará a tomar conciencia de su propia fuerza y, como subproducto, podría aportar eventualmente votos a la candidatura de AMLO. Si se quiere tener elecciones más o menos limpias y cuyos resultados sean reconocidos –y no negados como en 1988 o en 2006– hay que ganar credibilidad, movilizar, convencer de que es posible imponer un cambio social, construir una sólida fuerza política de masas, no un mero apoyo electoral. Hay que promover y organizar el protagonismo militante de los sujetos del cambio que se propone.
Por otra parte, la crisis económica y la crisis de dominación capitalista en el país llevan a la oposición a sectores de los capitalistas, que dependen del desfalleciente mercado interno. Ellos se mueven por sus propios intereses, no por los llamados tipo San Francisco de Asís, pues no aman ni amarán a los trabajadores ni éstos podrán amar a quienes les explotan ni a los que originan y utilizan la violencia y el terror. El odio a la opresión es un arma de liberación de los oprimidos. Para que no lleve a linchamientos o a la violencia ciega, hay que encauzarlo programática y organizativamente sin preocuparse por las elecciones. Este es el único modo de ganarlas.


Mujeres, resistencia y movimientos populares

En Rebeldía

Las mujeres saben que si son apresadas o desaparecidas serán violadas. Es la forma de humillar un pueblo típica de las policías del Tercer Mundo, una prueba más de que en México los mecanismos de la así llamada democracia moderna (aquellos que mide el Parlamento Europeo) no son comunes. En Atenco, en 2006, como hace veinte años en Guatemala, en Oaxaca, en 2006, como hace treinta años en Chile, al expresar una posición política contraria a la oficial, las mujeres desafían a los organismos de represión, a sabiendas que ponen en peligro su integridad física y mental de muchos modos, algunos idénticos al riesgo que sufren los hombres, y además el de su derecho a una corporalidad libre de coerción sexual.Cuando cuatro maestras de la región mixe de Oaxaca, Sandra Pérez Martínez, Rosalba Aguilar, Florinda Martínez y Yeni Araceli Pérez, han sido reportadas como desaparecidas después de la represión brutal sufrida por las y los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca el 25 de noviembre, es urgente reflexionar sobre las actividades públicas –sociales y políticas- de las mujeres y por qué su autodeterminación, y la de otros sectores populares que se pretenden dominados, mueve al despliegue de la brutalidad represiva del Estado.Las mujeres con su presencia social enfrentan posiciones políticas que ocultan el vínculo entre el clasismo del neoliberalismo y el deseo de control de las jerarquías eclesiásticas, entre el racismo y el sexismo, entre la impunidad de los poderosos y la culpabilización de los sectores que se oponen a ser desaparecidos por la actual, renovada, ola de occidentalización forzada. Se suman a sus colegas, a sus paisanos, a la vez que se juntan entre sí, mujeres con mujeres, con sus cuerpos grandes o enclenques, muchas veces golpeados por padres y maridos. Forman contingentes que marchan mostrando lo que debería ser obvio para cualquiera que no cierre los ojos. Se sientan en plantones, ayunan, se sacan sangre para embadurnar con ella carteles de protesta contra asesinos de manos manchadas, esperan bordando frente a las barricadas, se esconden en casas de amigos para volver, como doña Trinidad Ramírez, siete meses después de la represión contra su pueblo, a reivindicar la política de los afectos y la seguridad de que resistiendo se puede lograr justicia.

Doña Trinidad es esposa de un dirigente popular, Ignacio del Valle, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Es madre de dos prófugos y un preso. Pero es sobre todo una mujer que desafía una orden de aprehensión, volviendo “a una casa que es mía, aunque esté toda destruida. A un pueblo que es mi pueblo. ¡Y lo hago porque quiero ver a mis hijos: América y Alejandro, quiero ver fuera de la cárcel a mi hijo César, a mi esposo Ignacio, a mis compañeras y compañeros!”. Y vuelve a casa un 25 de noviembre, eso es en la conmemoración del día latinoamericano (ahora internacional) contra la violencia hacia las mujeres.¿Qué son los símbolos? Para un pueblo que resiste son cuerpo de madre, refugio, arma y desafío. Son el medio para refrendar la pertenencia a un proyecto común. Son la forma de reconocerse como humanos. En Atenco, la derrota no se concibe por un símbolo que doña Trini refiere: “En mi pueblo ha pasado algo maravilloso de lo que todos nos sentimos muy orgullosos.
Nos dieron un golpe muy fuerte, nos llevaron al fondo, pero no nos tiraron.
Pensar que el 5 de mayo, en medio de las cenizas y los vidrios rotos, hubo compañeras que se atrevieron a cargar el megáfono y a salir por todo el pueblo llamando a la gente a movilizarse para que no se rinda, para que siga luchando, es algo que te da escalofríos”.Los escalofríos del símbolo concreto y materializado: la madre tierra que se defiende mediante la voz de sus hijas. La tradición de resistencia social, de organización de madres de familia, de cooperativistas, de luchadoras por los servicios, que devela aun a los hombres su carácter político de encuentro y diálogo, de asamblea de pluralidades, de trabajo de base.Del otro lado el símbolo del oprobio: la policía, el enemigo ciego. Nada que ver con el amable agente que nos protege de maleantes; no, el concreto rostro del violador. M.R., estudiante de Ciencias Políticas de la UNAM, apresada en una casa cuya puerta fue derribada el 5 de mayo de 2006 por una docena de policías, relata cómo fue golpeada, empujada, insultada, manoseada durante cada uno de los actos de represión que se cometieron en Atenco; ycómo, para terminar de romper su autoafirmación política, fue violada masivamente por los policías cuando ya había ingresado a la cárcel. La violación como método de tortura, como método de control, como método de represión. Un pueblo es lo que las mujeres que lo conforman son. C.C., maestra de pre-primaria de los Valles Centrales de Oaxaca, integrante de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, marchista a la Ciudad de México, cuenta cómo en su familia se escandalizaron por sus acciones en el movimiento magisterial. Un tío policía, que la quiere “como a una hija”, cuando lo llamaron a acuartelarse corrió a “ponerla sobre aviso” de lo que podría pasarle: sus hombres tenían la orden de golpear primero a los más débiles para que los más fuertes se vieran obligados a protegerlos. Por supuesto, para el policía los más débiles eran las mujeres.
Primera represión en Oaxaca. Mes de agosto de 2006, las mujeres huyen en grupo del asalto policiaco, se esconden bajo las bancas de una escuela resguardada por diez hombres sin armas; luego se avergüenzan de que sus compañeros hayan sido golpeados. Pasan a la acción, se toman una televisión de estado, se vuelven voz de toda su gente. Para los hombres, hoy, ellas son su ejemplo. Para las Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, las oaxaqueñasson el símbolo de la América irredenta, la América de sangre antigua, la América libertaria.Aun antes de la orden de masacrar al pueblo que resiste, dada por UlisesRuiz a la Policía Federal Preventiva el 25 y 26 de noviembre de 2006, los meses de resistencia activa de los pueblos oaxaqueños habían provocado la rabia de los sectores oficiales, que reaccionaron ocasionando la muerte, desaparición y encarcelamiento arbitrario de por lo menos unas 200 personas, cincuenta de ellas mujeres.
Todos temen la desaparición, es sinónimo de tortura, de golpizas, de incertidumbre; es la vida en la muerte; es el instrumento para provocar un pánico que persiste entre los que “todavía” no han sido privados ilegalmente de su libertad, a la vez que es una forma más de desactivar un movimiento dispersándolo en la búsqueda de las y los desaparecidos. ¿Pueden todos saberque para una mujer la desaparición implica violencia sexual? “Los cuerpos de las mujeres rebeldes son campos de ensayo de torturas que sirven para dar miedo a las y los demás, como cuando a una maestra del sector 22 de Oaxaca, ya en la cárcel, se le arranca un pezón. Y eso después que se le habían roto los dedos de las manos como a todos los demás presos políticos trasladados de Oaxaca a Nayarit (2000 km de distancia)”.
La cultura moderna del colonialismo (que es necesariamente racista y sexista porque debe lograr que en su libre sistema económico el trabajo de las mujeres no se pague y el de los hombres de los países no centrales sea subvalorado) ha logrado imponer la idea que las mujeres no definen la totalidad, la universalidad.
Hasta ahora todos, quiso decir los hombres. Hasta ahora no todos entendían la violación como represión política. Pero en Oaxaca la presencia de las mujeres ha hecho que los hombres se percataran que sin ellas no eran todos. En su presentación de la filosofía tojolabal, Carlos Lenkensdorf hace notar que para que una asamblea sea realmente deliberativa no sólo debe ser plural, sino debe contener la diversidad. Aun cuando haya muchos hombres(pluralidad), no pueden tomarse decisiones sin la presencia de una mujer (diversidad) . En Oaxaca, todos, eso es la asamblea del pueblo que resiste, sólo es cuando la presencia de las mujeres se evidencia.
S.R., maestra de la Cañada y parte del pueblo de Oaxaca, como ella misma se definió en una charla que ofreció en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en octubre de 2006, afirma que un movimiento que no reconoce líderes es un movimiento que no puede comprarse, que ahí donde las decisiones son colectivas las mujeres saben que son iguales a los hombres, porque sus saberes diferentes son tomados en consideración. La autonomía de las mujeres para ella es esencialmente política porque se expresa en su decisión de ser colectivo: “Eduqué a mis hijas, así como participé en el sindicato, sabiendo que es más trabajo y que así se ratifica que una es pueblo. Para mí ser mujer nunca ha sido un obstáculo, ha sido una forma de manifestarme. Por eso me llevo bien con las maestras más jóvenes, las que todavía no han vivido todo lo que yo, pero llevan la lucha en las calles de Oaxaca y en sus aulas”.




Las elecciones en México y la lógica elemental


Con un país con 67 mil asesinados, ocupado militarmente, en el que el narcotráfico despliega ejércitos mejor armados que las fuerzas del Estado, y donde Estados Unidos manda, entra, sale, actúa, controla, manda armas a los narcos, lava dinero de la droga, espía y hace y deshace en la política y en la economía –y en medio de la mayor crisis capitalista mundial de todos los tiempos– no estamos ante una simple renovación electoral de la cúpula del Estado. Lo que está en juego es si México culminará su integración subordinada con Washington. Es la independencia del país y la posibilidad de una alternativa al neocolonialismo y de la construcción de un sistema que asegure trabajo, estabilidad, desarrollo, paz y justicia, trabajando para eliminar la explotación y la opresión. El peligro es inmediato pues incluso se ventilan abiertamente en sedes gubernamentales estadunidenses los proyectos de anexión de México. Las elecciones se dan en este contexto. El pantanoso terreno electoral, por consiguiente, forma parte del frente de batalla entre explotadores y explotados cuando los primeros están llevando a cabo una feroz ofensiva contra los salarios, los derechos y todas las conquistas civilizatorias logradas por casi un siglo de luchas obreras y populares y quieren revivir las condiciones del siglo XIX. Si los que en 2006 promovieron la abstención favorecieron a Calderón, con los resultados conocidos, ahora no sólo favorecen al PRI/PAN en el poder –y particularmente a la banda de Peña Nieto–, sino que también –al no ofrecer una alternativa– siembran desorganización, desunión, desmoralización, pasividad y ayudan así poderosamente al capitalismo para que éste haga pagar su crisis a sus víctimas. Son apolíticos que hacen la peor de las políticas: la de la pasividad y el conservadurismo. Son antielectoralistas que salen de su carencia de ideas y su mudez sólo para proponer la peor de las posiciones electorales, la abstención que deja el camino libre al candidato más reaccionario.
Toda revolución burguesa –la estadunidense, la francesa, las guerras de Independencia en América Latina, la Revolución Mexicana– siempre vio enfrentarse sectores de las clases dominantes o sus representantes, y en ellas los oprimidos y explotados, aunque no las dirigieron, participaron en esa lucha con mayor o menor independencia (Zapata se alzó con Madero contra Díaz, pero sin someterse al maderismo). Sólo los estúpidos pueden creer que son todos iguales y que da lo mismo que gane Juárez o Maximiliano (o, con todas las diferencias del caso, Calderón o López Obrador, éste o Peña Nieto). Porque, aunque los trabajadores no pueden esperar nada sino de sí mismos y de su independencia política y su autorganización, no les es indiferente si existe o no un marco constitucional en el país, si se logran o no espacios democráticos, si se roba y mata impunemente o si el gobierno al menos trata de poner reglas y de impedir que funcione la ley del más fuerte.

Sólo los que ignoran la historia creen que los movimientos dependen ciegamente de sus líderes. Quienes creen en AMLO no son forzosamente la réplica de éste. López Obrador gobernó la ciudad de México autoritaria y arbitrariamente y favoreció a los sectores empresariales. La política de Morena depende exclusivamente de sus decisiones y su programa escrito se da de patadas con su política de alianzas con sectores que buscan lo opuesto de lo que él proclama. Cuando las políticas que engendran muertes, hambre, pobreza extrema, ilegalidad, emigración masiva y colonización del país enfrentan a unos pocos multimillonarios con el resto de los mexicanos, AMLO se olvida de las clases y nos dice que el eje de su política es el amor (¿a quién?) y la lucha contra la corrupción (¿de quiénes?). Ahora, a riesgo de perder parte de su apoyo, se presenta como moderado para tratar de ganar el de los sectores capitalistas preocupados por el hundimiento del mercado interno y para eliminar la imagen de peligro para México que le fabricó el oligopolio televisivo, aunque Jorge Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser hundieron a Cuauhtémoc Cárdenas con esa misma táctica… Además, nunca llamó a sus bases a movilizarse sino con fines electorales, y así las mantiene sin iniciativa y desorganizadas cuando, como lo demuestran los fraudes de 1988 y de 2006, no existe ninguna garantía de que no habrá que rebelarse contra otro despojo de la voluntad popular. AMLO es un político formado en la escuela priísta del pragmatismo y las maniobras sin principios que sin embargo apoyó al neozapatismo chiapaneco, creó universidades y escuelas, no robó ni reprimió y, por eso, sólo calumniadores de la más baja estofa moral pueden llamarlo bribón.

Pero lo que está en juego no es meramente una elección sino la creación de una nueva relación de fuerzas entre las clases. Y quien puede evitar el desastre no es AMLO sino el movimiento político-social que lo apoya. No existe en México otra fuerza democrática de masas. Ella ocupó el paseo de la Reforma para defender la voluntad popular e imponer cambios sociales. No depende de AMLO aunque lo sigue y confía en él. No existe otro sector que pueda organizarse y luchar por el cambio social ni donde sea posible promover ideas anticapitalistas.

Por lo tanto, manteniendo la independencia política, criticando las concepciones teóricas y las políticas erróneas del candidato, es indispensable luchar por el triunfo electoral del movimiento que lo apoya y por la organización autónoma y el desarrollo del mismo. Las bases de Morena tienen una capacidad de comprensión que los ultraizquierdistas desprecian. Un voto crítico de apoyo permitiría a quienes quieren una política anticapitalista consecuente estar junto a ellas ayudándolas a organizarse, a combatir toda claudicación y a hacer frente a un nuevo fraude. La abstención, en cambio, es una actitud pasiva y ayuda a la derecha. La lógica más simple lleva a condenarla.


¿Qué es ser de izquierda?

Víctor M. Toledo

Círculo

No pertenezco a ningún otro partido político, pero no soy apolítico. Aquellos que reniegan, detestan, desechan o se ubican al margen de la política, ignoran que su “pureza” encierra, aún contra su voluntad, una posición política. Pero ¿por qué la crisis de los partidos políticos? En la actualidad los partidos políticos y los gobiernos, sin importar su color, sean de izquierda, centro o derecha, no están a la altura de las circunstancias. No alcanzan a visualizar y a enfrentar los graves problemas del mundo contemporáneo, ni responden a las necesidades cotidianas y concretas de los ciudadanos.

Los partidos políticos olvidan tres cosas esenciales: Primero, la gravedad de la crisis del mundo moderno, que no es sólo una crisis social, económica, energética, ecológica, financiera o moral, es una crisis múltiple. Es una crisis de civilización que pone en juego la supervivencia de la humanidad y del planeta. La expresión última de esta crisis es el cambio climático, el calentamiento global. Crisisque se agudiza y acelera por la incapacidad de la clase política para tomar medidas urgentes, buena  parte de  ellas sencillas, baratas y aplicables. Segundo, anestesiados por la falta de información, el confort, la tecnología o la inercia de las cosas, ignoran o minimizan la fuerza profunda que impulsa esta crisis. Libre de toda atadura, legal, social o cultural, el capital domina, impone, arrasa, se expande y se multiplica; explota el trabajo humano y a la naturaleza. Su mercado es una fuerza voraz, incapaz de ponerse un alto por algún principio moral, político, religioso o científico.
 Es la acumulación progresiva de las irracionalidades provocadas por el capital, la que ha dado lugar a una civilización suicida, a un experimento autodestructivo a escala planetaria. Que un partido ignore esto resulta trágico, que lo sepa y no lo asuma, resulta patético.

Finalmente, la clase política tiende a ignorar la existencia de una fuerza cada día con más presencia en el mundo: el poder ciudadano, el poder social.  De la plaza Tahrir en El Cairo a la Puerta del Sol en Madrid, pasando por el Zócalo de la ciudad de México, de la consigna argentina “que se vayan todos”, al “estamos hasta la madre” mexicano, pasando por los aguerridos movimientos indígenas, las movilizaciones de las juventudes árabes o griegas, las protestas sociales de la India o África, está irrumpiendo una nueva y poderosa fuerza.

Muchos gobiernos han sido derrocados por la movilización popular; este fue el caso de Brasil, Egipto, Bolivia, Ecuador, Túnez. Pero no es suficiente, el cambio verdadero debe desembocar en un gobierno con y para el pueblo.

En su fase corporativa y global, el capital ha doblegado, penetrado, corrompido, con escasas excepciones, a los políticos contemporáneos. Casi todos los partidos y los políticos se doblan frente a las presiones del capital, de las grandes empresas, de los bancos, de las corporaciones.

Un partido o un gobierno es de derecha cuando se pone abierta y descaradamente al servicio del poder económico. En contraste, se es realmente de izquierda cuando se pone al servicio de la sociedad y busca honestamente tres cosas:  i) desactivar la crisis en la que estamos metidos, poniendo en el centro la superación de la crisis ecológica, ii) cuando contiene al capital que todo lo devora, y iii) cuando se pone del lado de los ciudadanos.

En conclusión, el objetivo de un partido de izquierda no es acumular más poder político, y volverse una burocracia indeseable; su tarea es abrir espacios al poder de la sociedad, con consejos ciudadanos, cooperativas, grupos autogestivos, discutiendo el presupuesto público. Escuchando y obedeciendo a través de consultas, plebiscitos y referendos de todo tipo.

Eso es fortalecer el tejido social. En la izquierda, hay militantes que mantienen una ética capaz de sacrificar los intereses individuales o de grupo, y ponen por delante el bien común (como hacen la mayoría de activistas del Movimiento Regeneración Nacional y de otros movimientos sociales).

Seamos congruentes, cumplamos nuestra responsabilidad para lograr el cambio y exijamos a partidos y a dirigentes de izquierda, cumplir con esos tres sencillos, pero esenciales, compromisos.






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